Querido yo: A finales del año 2010, caminando distraído por tus pensamientos, pisarás un excremento de perro, resbalarás, y caerás en una fisura del continuo espacio-tiempo. No me preguntes cómo. Al despertar te sorprenderá que aquel mismo lugar resulte de repente muy distinto. Ese lugar, éste desde donde te escribo yo ahora, es TU FUTURO. Estás confuso, lo sé, recuerdo aquel momento. Ten paciencia, lo comprenderás cuando leas mis cartas. Afectuosamente, Tu yo del futuro.

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viernes, 13 de marzo de 2009

Ya no cabemos en nuestro mundo, perdón por usar el vuestro.

Querido yo:

Te convendría saber que no estamos solos en el Universo.

Estoy en c
ondiciones de revelarte que según los descubrimientos más recientes existen formas de vida extraterrestre, con toda certeza.

El desencadenante de este hallazgo trascendental no ha resultado ser la vigilancia de los radiotelescopios, el envío de sondas espaciales, ni otros métodos de búsqueda utilizados en tu tiempo. No; la fenomenal prueba ha llegado con un paquete y una carta, que unos ovejeros kazajos encontraron mientras pastoreaban su ganado. Alertados por los insistentes balidos de los animales, dieron con un gran arcón de metal, abandonado en la estepa con una nota clavada en el exterior en la que, en un escueto inglés, rezaba el siguiente mensaje1:
(1) "Ya no cabemos en nuestro mundo, perdón por utilizar el vuestro".

Desconcertados después de curiosear en el interior, tantearlo con palos y arrancarle algunos fragmentos como trofeo, los pastores dieron aviso a las autoridades, quienes inmediatamente lo transportaron a una base militar cercana, en la que por error burocrático se dió orden de regarlo abundantemente con cal viva -para prevenir infecciones, según el cabo furriel-, y de depositarlo acto seguido en la barraca del campo de tiro. Y así, los más sobresalientes científicos del mundo fueron llamados hasta los montes Altai.


De inmediato estalló entre ellos la discusión por ver quién tendría derecho a publicar los resultados del experimento. Aplacadas sus disputas, examinaron con sus instrumentos el arcón y comprobaron su factura rudimentaria en contraste con la resistencia de un material hasta entonces desconocido por ellos. Impresionados, decidieron abrirlo no sin antes rastrearlo con Rayos-X, practicarle un orificio y rociar el interior con ambientador fungicida.

Con el rostro contraído por la expectación, los técnicos deslizaban con sumo cuidado la cubierta cuando uno de los soldados presentes, demasiado nervioso por la tensión del momento, disparó accidentalmente su metralleta, llenando de balazos el arcón. Tras los gritos, toses y juramentos, cuando por fin se hubo disipado la polvareda y aquellos hombres pudieron contemplar el interior, descubrieron la envoltura blanquecina de una silueta familiar, vagamente antropomórfica... Querido yo, ¿cómo describirte la emoción de aquellos hombres, testigos de lo que prometía ser el primer contacto documentado con vida extraterrestre inteligente?

Quizá no sería inapropiado decir que estaban pasmados.








¿Porqué estaba envuelto de esa forma? ¿Estaba vivo? ¿Pensaba como nosotros? Su diseño corporal, gemelo de la imperfección del nuestro, no hacía sino avivar la angustia de los interrogantes. Uno de los investigadores, más partidario del ensayo que de la especulación, realizó la prueba de clavar su estilográfica a la altura de lo que calculó que sería la rodilla de la figura para verificar una eventual reacción al contacto de la materia. Nada sucedió, de modo que un segundo investigador más joven y osado, tal vez aún estudiante, decidió por su cuenta aplicar una descarga de alto voltaje al cuerpo aparentemente inerte, con la porra eléctrica que ocultaba bajo su bata blanca. Hubo un resplandor y un chasquido, y por un momento la figura pareció moverse en medio de un fuerte olor sulfuroso. Todos dieron un paso atrás, en la mente de muchos estaba...



Apaleado y expoliado por los pastores, calcinado y acribillado por los soldados, radiado, fumigado y al fin acuchillado y electrocutado por los científicos... ¿qué esperaban que hiciese aquel ser extraterrestre? Volviendo en sí, los investigadores recordaron la nota que acompañaba el arcón ("we no longer..."), y comprendiendo la magnitud del hallazgo decidieron hacerlo público y prevenir al mundo de una eventual invasión de sarcofagianos. No se equivocaban. Pronto comenzaron a aparecer arcones similares, en lugares aislados y dispersos primero, de forma masiva después; y finalmente con tal intensidad que podían verse surcando el cielo precipitándose por doquier, dejando una estela de fuego fatuo y sembrando el terror en la población. Quiénes eran estos humanoides inmóviles, de dónde venían y con qué intenciones eran preguntas que su recurrente nota de disculpa no aclaraba. Pero el análisis forense sí lo hizo.

Alguien con problemas de espacio, seguramente nosotros mismos más adelante en el futuro, estaba exportando sus cadáveres, cortésmente endosados a otros planetas sin pasar por aduana. Así pues, querido yo, quizá después de todo sí estamos solos. O no, que ya te contaré. Pero si alguien te pide disculpas por ocupar tu sitio, recuerda que tal vez se trate de tu bisnieto. O yo mismo, de vuelta de tu porvenir...

Sé que llegado el caso me aceptarías a tu lado.
Un abrazo desde tu futuro.


sábado, 21 de febrero de 2009

Especulación Ultraterrena

Querido yo:

Probablemente te interese conocer aspectos trascendentales del futuro que te aguarda: ¿Qué significado tiene tu existencia? ¿Conocerás el amor verdadero? ¿Existe un Ser superior? ¿Qué ocurre después de la muerte? Bien, hoy comenzaré por hablarte de esto último.

Tras la prohibición de las incineraciones por la emisión de CO2, lo que actualmente ocurre cuando una persona muere es que su cuerpo es inmediatamente procesado por técnicos encargados de estabilizar su actividad bioquímica. Esta precaución permite prolongar durante semanas el ritual religioso elegido por los clones del difunto (por orden de preferencia según su grado de coincidencia genética) o, a falta de éstos, por votación de los asistentes con derecho a sufragio.

La duración de las ceremonias varía según el culto seguido. En algunos casos apenas un instante, como en la religión mayoritaria, el Nanoteísmo. Otras veces duran largos años terrestres, como en el Pietismo Orbital. Mención aparte merece la repetición cíclica e indefinida de fastos funerarios practicada por los Adoradores Curvitemporios, personajes acaudalados que quizá por pura ostentación dedican la totalidad de su fortuna a costear semejante dispendio, aunque sus herederos frecuentemente terminen por convertirse a la secta de la Sagrada Ascensión Hiperbólica Gravitacional. Los ascensionistas hiperbólicos, vulgarmente conocidos como ”morteriodes”, constituyen hoy en día una degeneración pagana declarada ilegal por celebrar propulsiones funerarias aleatorias sin preocuparse de cálculos de trayectoria, con grave peligro para personas y cosas.

En cuanto al ritual ateo, no es una opción aconsejable, ya que consiste en donar el cuerpo para realizar experimentos militares.

Concluidas las solemnidades funerarias, a continuación el cuerpo es transferido a la Central Astral de Clasificación Alfanumérica, desde donde tras el depósito de la fianza correspondiente parte hacia su destino más o menos definitivo: la Necrópolis Espacial Internacional, una vasta supernave esférica inicialmente concebida para su autopropulsión, aunque el desmesurado crecimiento de su tamaño y carga pronto dejaron esta ventaja en una capacidad puramente teórica. En realidad se limita a orbitar alrededor del sol como un cuerpo celeste más, el más lúgubre y caro.

Allí tiene lugar el exoterramiento, o enterramiento espacial, que también se hizo extensivo a los canes desde que hace algún tiempo se descubrieron los restos de la perra Laika, en un estado de conservación tal que conmovió a la opinión pública. Al principio sólo se exoterraron los animales más respetados: perros-policía, lazarillos-GPS, sabuesos para la caza alienígena y caniches con ‘pedigree‘. Pero finalmente terminó por admitirse a cualquier tipo de chucho que pudiera pagarlo de su propio patrimonio.

Lamentablemente, tras una era de alta mortalidad humana y canina, la masificación de los enterramientos espaciales sin la adecuada planificación urbanística provocó en el planeta artificial la inclinación su eje de rotación, introduciendo la alternancia de estaciones a lo largo del año necropolitano. No puedes ni imaginar la desolación del invierno en un lugar así, donde hasta los pocos robots encargados de las tareas de mantenimiento quedaban sumidos en una silenciosa inmovilidad. Ni te hablaré de las leyendas sobre apariciones espaciales de escafandras vacías, espectros en las claraboyas de los cohetes, o pintadas perturbadoras el casco de las sondas... Fantasías propagadas por la superstición de los pocos cosmonautas que surcaron rutas cercanas a este Planetoide de los Desterrados.

Te alertaré sin embargo sobre el precio exorbitante –nunca mejor dicho- de las plazas en la Necrópolis Espacial, donde las clases pudientes se apresuraron a estrenar los lugares con mejores vistas a la Vía Láctea. Los incentivos gubernamentales a la astroconstrucción mortuoria desembocaron en la fiebre de la reventa y la especulación necropolística, lo que a su vez disparó los precios. Apareció el fenómeno del subarriendo sepulcral, y los bancos, ahora lógicamente dirigidos por robots sin sentimientos, comenzaron a ofrecer hipotecas ultraterrenas a interés variable (luníbor + diferencial).

Tras la crisis financiera interplanetaria, muchos no pudieron continuar pagando a los robobancos; los nichos espaciales fueron embargados y sus moradores desahuciados, evidentemente sin una palabra suya de protesta. La escasa gravedad del Planetoide de los Desterrados provocaría su dispersión en todas las dimensiones del Sistema Solar, donde a veces son avistados por naves de turistas, que invariablemente informan de la extraña mueca sonriente de hombres y perros.

En cuanto a tu destino particular, no debes preocuparte. Yo voy por delante, y decidiré lo que convenga...
Un abrazo desde tu futuro.

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