Querido yo: A finales del año 2010, caminando distraído por tus pensamientos, pisarás un excremento de perro, resbalarás, y caerás en una fisura del continuo espacio-tiempo. No me preguntes cómo. Al despertar te sorprenderá que aquel mismo lugar resulte de repente muy distinto. Ese lugar, éste desde donde te escribo yo ahora, es TU FUTURO. Estás confuso, lo sé, recuerdo aquel momento. Ten paciencia, lo comprenderás cuando leas mis cartas. Afectuosamente, Tu yo del futuro.

Mostrando entradas con la etiqueta "carrera espacial porcina". Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta "carrera espacial porcina". Mostrar todas las entradas

domingo, 8 de febrero de 2009

Deja de amontonar información. Hay demasiada.


Querido yo:

Siempre consideraste tus libros y discos como una prolongación de tu cerebro. Como éste nunca demostró gran rendimiento, cualquier gadget periférico te venía bien. Sin embargo fuiste una de las muchas personas de tu época que, desde que la cosas comenzaron a tener formato digital, abandonaron el hábito de ordenarlas, hacer limpieza de vez en cuando y desechar las que ya no te serían útiles.


I. Excesos

Al principio te reservaste la custodia de tus archivos, con el tic del coleccionista físico aun, acumulando soportes digitales que pronto abandonarías para librarte de cargar con ellos y por fin colocar todo en lugares remotos. Incluso para, simplemente, dejarlos ahí. Nunca supiste exactamente dónde; te bastaba pensar que podías acceder y recuperarlos en cualquier momento. Además... ¡era gratis!

Cartas, textos, fotos, vídeos, grabaciones sonoras, discusiones en la red, conversaciones, música... Por omisión, comenzó a amasarse el registro casi íntegro de tu vida diaria: tus llamadas telefónicas, tus compras, movimientos bancarios, lecturas, intereses, cualquier cosa que mirases... Todo aquello que pasaba por tu mente, aun de manera fugaz, era embalsamado en datos al instante, sepultado en una memoria artificial y archivado en una aburrida eternidad indolora.

El colapso se avecinaba mientras el coeficiente multiplicador de irrelevancia hacía estragos en las sobrecalentadas memorias disponibles en el planeta. Cada nueva nimiedad introducida en el sistema (una fotografía con amigos, un icono emotivo en un foro, un comentario en la noticia de cualquier periódico, la marca en un mapa virtual de los lugares en que habías estado) generaba respuestas y eventos de información, multiplicando sus réplicas ad nauseam y propagando la ecolalia de datos basura en un complejo cuya capacidad de almacenamiento resultó no ser infinita.


II. Energía

Ni gratuíta. Las máquinas necesitaban gran cantidad de energía para mantener disponible la información de tu cerebro extendido (COWWBOY, por su acrónimo en inglés COgnitive World Wide Brains Of You) junto con la de las respectivas seseras del resto de individuos. Un complejo que en conjunto equivalía a un cerebro 'tonto' colectivo, conocido como SHERIFF (SHEpherd of Running Intelligence Fast Forward). Alguien tendría que pagar para alimentar esas máquinas, no tan eficientes como los cerebros del mundo animal. Tu pereza y tu falta de pudor habían convertido tu cerebro extendido era una maraña desordenada, y tus flujos de pensamiento en la errática navegación por una red exportada a lugares realquilados. Hasta que tú, junto con millones de tus permanentemente conectados semejantes, tuviste que empezar a pagar por pensar.

Las revueltas sociales y los problemas de acceso a los COWWBOY se sucedieron. Un buen día el SHERIFF sencillamente implosionó, con efectos parecidos a los del profético episodio 1206 de South Park.


III. Neuroganadería

La búsqueda de resortes de memoria más abundantes y con menores necesidades de consumo y mantenimiento volvió las miradas de los investigadores hacia el mundo animal.

Los primeros ensayos con insectos no dieron buenos resultados. A pesar de su abrumadora presencia (las estimaciones calculaban una proporción de 200 millones de insectos por cada ser humano), casi todas las especies se resistieron obstinadamente a la neuroganadería, empeñandose en volar, saltar y esquivar cualquier tipo de conexión neural externa.

Mejores frutos obtuvieron los experimentos con cerdos domésticos. Estos animales habían mostrado un comportamiento de interacciones sociales muy desarrollado, y su estructura cerebral parecía potencialmente más compatible con la nuestra. Gregarios y obedientes como los humanos, su utilización como bancos de memoria resultó tan exitosa que su población comenzó pronto a multiplicarse, hasta topar con el problema que ya te describí en mi anterior carta.


IV. La carrera espacial porcina


La neuroganadería alcanzó su apogeo, proporcionando miles de toneladas de puerca memoria para el almacenamiento de datos procedentes de los COWWBOY. Los gorrinos prestaban un doble servicio: reducir el problema de la basura al alimentarse de detritos físicos humanos, y alojar la información excedentaria de nuestras mentes, en su mayor parte basura digital (sobre todo pornografía, como es bien sabido).

Tras agotarse el espacio disponible para las granjas de información, comenzó al fin la carrera espacial porcina. Se lanzaron cientos, miles de satélites con pocilgas orbitales, pero pronto el cinturón de basura espacial empezó a sufrir asaltos de los astrocuatreros, quienes vandalizaban a los cerdos llenando sus memorias de 'spam' mental para irradiarlo directamente al pensamiento de los habitantes de la tierra.

Se pensó por ello en colonizar el planeta Marte, para entonces ya completamente terrestrizado en su medio ambiente, con las cada vez más inteligentes piaras cósmicas, evolucionadas en la nueva especie sus scrofa alien. Y allí fueron dirigidos los cargueros interplanetarios, naturalmente propulsados por combustibles a base de metano. Antes de ser liberados en el SALOON (Sus ALternative Outer Operative Nursery) por la superficie marciana, los cerdos fueron conectados a los satélites de Marte, y éstos a su vez con las estaciones de la órbita terrestre, desde donde las señales serían redirigidas a las redes del SHERIFF.


V. La guerra de señales

Estimulados por los pensamientos humanos entrelazados, los cerdos de Marte se hicieron más listos e intervencionistas. Los Batallones Educativos enviados desde la Tierra, confundidos sus sistemas de navegación por las señales porcinas, nunca llegaron a su destino. Finalmente la comunicación con SALOON empezó a sufrir ataques OINK (Obscene Interferences at Nasty KiloHertz). Extrañas interferencias. Los COWWBOYs fueron infestados de información sobre piensos, pornografía porcina, fantasías sobre baños de barro e inquietantes estrategias para re-colonizar el planeta Tierra, mientras un obsoleto SHERIFF, el viejo pastor de pensamientos, agotaba sus energías tratando inútilmente de ordenar aquel caos de información, aquel batido interplanetario de ondas humanas y porcinas. Marte, el planeta rojo, había dejado de ser una colonia de granjas para convertirse en el cerebro renegado de la Humanidad.

La guerra de señales fué breve. Marte, rebautizado como el planeta Porquia, consiguió muy pronto el acta de su independencia. Ahora mientras te escribo vivimos una paz inestable, siempre alertas a esporádicos ataques de información porcina, cada vez más difícil de distinguir de la humana.

Deja de guardarlo todo, querido yo. Practica el silencio.
Un saludo desde tu futuro.

Contribuyentes

Seguidores

Creative Commons License
Cartas a mí mismo desde el futuro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 España License.